Autores:

  1. Irene Beatriz Montes
  2. Juan E. Roberts
  3. Mariana Ramón
  4. Susana Lima Quintana

 

I. Introducción y fundamentación:

El objetivo de esta publicación es compartir con los lectores interesados el tema de las revinculaciones familiares y el programa, la experiencia y las conclusiones del trabajo realizado por un equipo transdisciplinario del que formamos parte y que operó entre julio de 2007 y diciembre de 2010∗.

A partir de la práctica de la atención a familias pudimos apreciar que uno de los motivos de consulta respondía a la problemática en la vinculación o revinculación entre familiares, sean éstos convivientes o no. De nuestro trabajo con abogados y mediadores dedicados especialmente al Derecho de Familia supimos de la necesidad no satisfecha de disponer de espacios para atender estas dificultades en las familias. Por otro lado los Tribunales de Familia, concientes de sus limitaciones y de las deficiencias de muchos de los procesos judiciales adversariales modelados por nuestras leyes, necesitaban recurrir a servicios externos especializados en la atención de estos temas familiares.

El equipo estaba integrado por profesionales provenientes de distintas disciplinas: abogacía, psicología, mediación y trabajo social. Esta diversidad de profesionales nos permitía sumar diferentes miradas. Así, el equipo transdisciplinario aportaba complejidad a la problemática presentada brindando mayores posibilidades de intervención, ofreciendo un espacio de encuentro donde se procuraba que lo confrontativo fuera reemplazado por lo colaborativo.

… el trabajo trans-disciplinario no es una yuxtaposición de conocimientos o intervenciones: es un acto de creación, logrado mediante el empleo analógico o metafórico de dos o más sistemas de ideas que hasta ese momento eran paralelos. La creación no se da nunca en la continuación lógica del razonamiento sino en el encuentro de la metáfora entre un sistema con otro sistema paralelo, en el salto; allí nace la verdad y la belleza.1

El Programa fue concebido como un espacio de recreación de vínculos familiares, de restablecimiento, facilitación, tutela o mejora de encuentros entre padres/madres e hijos, abuelos y nietos, y otros familiares, con foco en el crecimiento de los niños y adolescentes involucrados y con el convencimiento de que todos ellos tienen derecho a conservar su vínculo con ambos progenitores y a mantener relaciones personales con las familias de ambos linajes, materno y paterno, independientemente de las crisis vinculares de los adultos.

II. Las familias hoy:

Partimos de observaciones y conceptos comunes que cada uno traía de su práctica profesional:

Nuestra sociedad transita por un proceso de transformación con impacto en la vida y organización familiar, manifestado en:

– mayor participación de los papás en la crianza de sus hijos.

– frecuente involucración de niños y adolescentes en los conflictos de sus padres (separados o no).

– falta de acuerdos mínimos entre padres u otros adultos responsables, sobre los requerimientos propios de cada momento de la etapa evolutiva que atraviesan los niños y adolescentes.

– que la evolución de la familia se da en etapas y que cada una tiene momentos de decisiones vitales capaces de “abrir o cerrar caminos” hacia el crecimiento personal y familiar y, que esos momentos representan una gran oportunidad de desarrollo y mejora en los vínculos familiares.

– que la falta de relación entre niños y adolescentes con alguno de sus padres u otros familiares puede causar en el niño o adolescente: ansiedad, angustia y confusión. Incluso puede llevar a ese niño o adolescente a distorsionar la imagen del familiar con el que no se relaciona, convirtiéndolo en héroe o villano, algo que inevitablemente incidirá de modo perjudicial en el proceso de la conformación de su personalidad.

III. Legislación referida al tema:

Como se verá en el desarrollo del presente trabajo, nuestro Programa fue diseñado y ejecutado en sintonía absoluta con los principios y disposiciones vigentes en nuestro ordenamiento jurídico, en especial, con el Principio de Interés Superior del Niño, contenido en la Convención Internacional de los Derechos del Niño, aprobada en nuestro país mediante ley 23.849 y elevada a la categoría de norma en nuestra Constitución Nacional por la reforma constitucional de 1994 (art.75 inc. CN).

A modo de revisión y de manera sintética trataremos a continuación principios y disposiciones aludidas.

El interés superior del niño es un principio muy amplio tanto que, para distintos autores del derecho, constituye un contenido indeterminado susceptible de múltiples y diversas interpretaciones.

El interés superior del niño representa el reconocimiento del niño como persona, la aceptación de sus necesidades y la defensa de los derechos de quien no puede ejercerlos por sí mismo. Esto significa que resultará en su interés toda acción o medida que tienda a respetar de manera efectiva el ejercicio de sus derechos. Esta directriz cumple una función correctora e integradora de las normas legales constituyéndose en pauta de decisión ante un conflicto de intereses y un criterio para la intervención institucional destinada a proteger al niño.2

Tanto en la Convención Internacional de los Derechos del Niño como en nuestra Ley de Protección Integral de Derechos de Niñas, Niños y Adolescentes (Ley 26.061) hallamos numerosas disposiciones estrechamente relacionadas con el objetivo del Programa, tales como:

– El niño tendrá derecho desde que nace y, en la medida de lo posible, a conocer a sus padres y a ser cuidado por ellos (cf. CDN art.7, inc.1).

– Se respetará el derecho del niño que esté separado de uno o de ambos padres a mantener relaciones personales y contacto directo con ambos padres de modo regular, salvo si ello es contrario al interés superior del niño (cf. CDN art.9, inc.3).

– La familia es responsable en forma prioritaria de asegurar a las niñas, niños y adolescentes el disfrute pleno y el efectivo ejercicio de sus derechos y garantías. El padre y la madre tienen responsabilidades y obligaciones comunes e iguales en lo que respecta al cuidado, desarrollo y educación integral de sus hijos (cf. Ley 26.061, art.7).

– Las niñas, niños y adolescentes tienen derecho a: a) Participar y expresar libremente su opinión en los asuntos que les conciernan y en aquellos que tengan interés; b) Que sus opiniones sean tenidas en cuenta conforme a su madurez y desarrollo. Este derecho se extiende a todos los ámbitos en que se desenvuelven las niñas, niños y adolescentes; entre ellos, al ámbito estatal, familiar, comunitario, social, escolar, científico, cultural, deportivo y recreativo (cf. ley 26.061, art.24).

Cabe añadir que, además de los principios y disposiciones a que hacemos referencia, nuestra legislación contiene normas que regulan de manera directa el contacto y la comunicación entre padres e hijos. Ellas son:

– Código Civil, art. 264, inc.2o: Prescribe que en los casos de separación de hecho, separación personal, divorcio vincular o nulidad de matrimonio, el ejercicio de la patria potestad corresponderá al padre o madre que ejerza legalmente la tenencia del hijo, sin perjuicio del derecho del otro de tener adecuada comunicación con el hijo.

– Ley 24.270, del año 1993, regula desde el ámbito penal el régimen de contacto de hijos menores de edad con sus padres no convivientes, reprimiendo al padre o tercero que, ilegalmente, impidiere u obstruyere el contacto del hijo menor de edad con el padre no conviviente. Establece esta ley que el Tribunal deberá disponer en un plazo no mayor de diez días, los medios necesarios para restablecer el contacto del hijo con sus padres y determinar, de ser procedente, un régimen de visitas provisorio por un término no superior a tres meses o, de existir, hará cumplir el establecido, siempre con remisión de los antecedentes a la justicia civil.

– Las distintas leyes vigentes de protección en relación a la violencia familiar prevén que subsista el contacto entre padres o madres e hijos, salvo que el Tribunal advierta riesgos o peligros en ello.

IV. El proceso de intervención:
IV.1. Las intervenciones del equipo:
Propiciamos la mirada sobre los recursos de todos y buscamos principalmente el

bienestar de los niños y adolescentes, centrándonos en el presente hacia la construcción de un futuro diferente.

Como dijera Maturana, la vida está en constante movimiento. La característica de la vida es que cambia todo el tiempo: la vida viene por sí misma. La vida en movimiento existe, para dejarla venir, también en los diálogos y en las descripciones y explicaciones cambiantes que nos traen.3

Partiendo de un proceso colaborativo, con paciencia procuramos construir acuerdos basados en la ampliación de las miradas y las percepciones hacia al futuro. Nuestro objetivo primero era concensuar el próximo pequeño paso a dar, a partir de las alternativas surgidas de los aportes de cada uno durante las entrevistas.

En cada encuentro con la familia valorábamos y reconocíamos explícitamente el gran esfuerzo hecho por todos para encontrar un camino que los aliviara, priorizando el proyecto que la familia traía, respetando su modalidad e idiosincrasia, convencidos de que Ellos son los que saben, nosotros somos los que propiciamos el diálogo y ahondamos en las diferentes descripciones y comprensiones de la situación, incluyendo la nuestra como una más.

No hay que tratar de saber si una idea es justa o verdadera. Más bien habría que buscar una idea totalmente diferente, en otra parte, en otro dominio, de modo que entre las dos pase algo, algo que no estaba ni en una ni en otra. Ahora bien, generalmente esa otra idea uno no la encuentra solo, hace falta que intervenga el azar o que alguien os la dé.4

Buscamos que fueran ellos los protagonistas responsables de las decisiones y las acciones. Uno de nuestros objetivos era lograr que la familia recupere la capacidad de negociar sus diferencias.

Si bien cada caso era responsabilidad de un llamado mini-equipo, integrado por tres (3) profesionales, las entrevistas en Cámara Gessell eran presenciadas por ese mini-equipo y otros integrantes del Equipo.

En las entrevistas iniciales participaban dos (2) profesionales actuando directamente con la familia y el equipo, detrás del espejo unidireccional, transmitiendo sus ideas por diversos medios: por el teléfono, propiciando una reunión con los entrevistadores en algún

momento de la entrevista o acordando la realización de un “equipo reflexivo” en presencia de todos los participantes. El equipo reflexivo es una forma de intervención creada por Tom Andersen. Consiste en un equipo de profesionales que, a la vista y escucha de los consultantes, expresa ideas y preguntas acerca de lo que vio o escuchó, ampliando así las narraciones y buscando nuevas posibilidades.

Más que buscar una “verdad absoluta”, podríamos darnos uno al otro la oportunidad de ver un nuevo aspecto, de adquirir nueva información, no la de ellos ni la nuestra sino algo diferente, algo nuevo que surgiera.5
(…) debemos buscar y aceptar todas las descripciones y explicaciones de una situación que existan y promover la ulterior búsqueda de las que todavía no se hayan encontrado.6

Durante las entrevistas, sin dejar de priorizar el motivo por el cual consulta la familia, incursionamos en otras áreas: actividades, deseos, proyectos, sueños, etc. Nos era muy útil bucear en otras realidades que pueden generar diferentes estados emocionales permitiendo así el surgimiento de nuevos pensamientos y de nuevas historias.

Al intentar lograr un cuadro global de la familia, les estoy haciendo saber que yo los veo a través de una lente diferente. Les estoy diciendo que me interesan todos ellos. (…) Comienza a aparecer una estructura que abarca tres generaciones. Sale a la luz su mitología sobre temas como, por ejemplo, la muerte, la enfermedad, la rabia y el divorcio. Esto amplía el marco familiar. Además, da la oportunidad de abordar algunas zonas cargadas afectivamente de un modo que no resulte amenazante.7 Consideramos imprescindible para la construcción del vínculo con los entrevistados

mantener una escucha activa, positiva y reflexiva, utilizando las preguntas circulares, el parafraseo, la normalización de las situaciones, la valorización de los participantes, todas técnicas de la mediación.

Nos enfocamos en los recursos y habilidades personales. Propiciamos el surgimiento de ideas diversas, voces polifónicas.

Si nos atuviéramos a nuestro propio punto de vista o buscáramos una respuesta en especial, correríamos el riesgo de volvernos ciegos a la información que nos trasmite el sistema del cliente. En lugar de eso, necesitamos posicionarnos de tal forma que invitemos a un intercambio de perspectivas que cree un lenguaje establecido conjuntamente.8

Durante la entrevista construíamos el genograma, utilizábamos el rotafolio o pizarrón para hacer gráficos, dibujos, lluvia de ideas, etc. En algunas situaciones organizamos rituales y ceremonias, por ejemplo, del perdón.

Como herramienta básica de trabajo utilizamos “la pregunta”.

Las preguntas apropiadamente inusuales son la mejor contribución al sistema estancado.9
Solo podemos contribuir para ayudar si la conversación nos hace sentir curiosidad. Como en otras cuestiones de la vida, la curiosidad es el motor de la evolución.10

Éstas nos resultaban útiles para conocer la situación, armar vínculos, poder reflexionar con los adultos, los niños y adolescentes. Por ejemplo:
– ¿Cómo piensan la situación por la que consultan cada uno de ellos?
– ¿Qué dilema se plantean?
– ¿Qué soluciones ya han intentado y no han sido de utilidad?
– ¿Qué deseos quieren alcanzar?

También los operadores nos preguntábamos:

– ¿Hay situaciones que impiden la resolución/disolución de la situación (deudas económicas impagas, deudas afectivas, situaciones de violencia, etc.)?
– ¿Qué lugar tienden a ocupar los letrados y los “profesionales especializados»?
– ¿Obstruyen la capacidad y la responsabilidad de cada uno de los padres∗?

– ¿Cuáles son las conductas y creencias que dificultan la salida?
– ¿Quiénes deberían estar presentes en cada momento del proceso? – ¿Qué temas tendríamos que hablar?
– ¿Qué temas no podemos hablar ahora, en este momento?
– ¿Con quiénes hablarlas y de qué manera?

Otras preguntas que nos hacíamos en relación a situaciones de violencia física y/o psicológica que muchas familias sufren eran:
– ¿Cómo hablar de la violencia o de lo que dice uno de ellos acerca de la violencia que ejerció el otro?
– ¿Quién o quiénes tendrían que disculparse por su accionar reconociendo su error y buscar la forma de repararlo?
– ¿Tendríamos que hablar de estos temas para que no queden “cadáveres bajo la alfombra” que cada tanto aparezcan? ¿Qué hacer o dejar de hacer para cerrar esta historia?
– ¿En algún momento llegarían a un acuerdo de “punto final” de pasarse facturas del pasado?
– ¿Cómo trabajar el divorcio emocional que muchas veces puede estar trabando la situación?
– Si hay una deuda a saldar, ¿cuándo se va a saber que ya está saldada?

Partiendo del presente y mirando al futuro nos surgían preguntas, tales como:
– ¿Le parece bueno al padre/madre que el niño∗ se encuentre con la madre/padre y en qué lo beneficiaría?
– ¿Qué tuvo y qué tiene de bueno el otro progenitor?
– ¿Por qué cree que quiere ver a su hijo?
– ¿Qué opinan los familiares, amigos, abogados, profesionales?
– ¿Cómo trabajar con el progenitor conviviente para que habilite al otro frente al hijo?
– ¿Qué garantías necesita para estar tranquilo y sin miedo y poder así lograr un pasaje natural del niño de una casa a la otra?
– ¿Qué espera la madre de la relación del padre con sus hijos?
– ¿Qué espera el padre de la relación de la madre con sus hijos?
– ¿Qué puede aportar cada uno para que su deseo se convierta realidad?
– ¿Cómo se irá incorporando el padre no-conviviente a las actividades educativas, tomando contacto con los médicos y con otros profesionales actuantes, dándole normalidad a la relación para que no sea sólo de esparcimiento?

En síntesis, lo que procurábamos en nuestras intervenciones era lograr “encuentros humanos”, para lo cual le otorgábamos mucha importancia a cada una de las entrevistas.

Mi postura es esforzarme por ser receptivo a la familia sin ser responsable por ellos. (…) Mi objetivo es ser todo lo personalmente receptivo que pueda. Deseo que se produzca un intercambio humano. Pero tengo el cuidado de evitar cualquier intento encubierto por parte de ellos para renunciar a la responsabilidad de su vida. Es el juego de ellos, no el mío. En realidad, mi responsabilidad es impulsarlos para que acepten la plena responsabilidad de su vida.11

A nuestro entender lo que ocurre en la entrevista es muy importante, lo que pasa en cada uno de los operadores, en cada uno de los entrevistados, lo que pasa en la relación con los otros y el acople que se genera.

IV.2 Las familias que consultaron:
En la mayoría de las situaciones que atendimos una de las personas solicita el

servicio y desea la revinculación mientras que la otra no está tan bien dispuesta, muchas veces sintiéndose obligada, ya sea por el juez o por un “acuerdo” de mediación con el que íntimamente está en desacuerdo.

Lo ideal sería que el encuentro de revinculación sea deseado por todos. La práctica nos ha demostrado que no es así. Apreciamos que muchas veces los niños quedan atrapados en medio de los “juegos peligrosos” de los adultos sin que éstos perciban el daño que les están causando.

Es verdad que las peleas de los padres, ya sean en los tribunales o en el dormitorio, son perjudiciales para los niños. (…) Los padres que se comprometen en una lucha feroz pierden de vista la necesidad del niño. Ellos confunden fácilmente su propia furia y angustia con lo que creen que el niño desea. Como resultado, el niño se siente no querido e inseguro.12

Las familias que recibimos generalmente han transitado un proceso judicial de larga data. Llegan cargando una pesada mochila, muchas veces literalmente, con años de sumar pruebas a los expedientes, lo que ha significado que el conflicto se profundice y cristalice. Esto trae aparejado una polarización en las posiciones y una constante crítica al otro en la búsqueda de demostrar su propia inocencia, dificultando muchas veces el reconocimiento de la responsabilidad que le toca a cada uno. Asumir este reconocimiento sería como “declarar otra versión de lo dicho en el expediente y autoincriminarse”.

La modalidad del proceso judicial y los años de litigio prolongado no ayudan a propiciar una actitud colaborativa.

En algunos de los consultantes aparece la desconfianza de que el otro, padre, madre o familiar, pueda cambiar. Se aprecia que se han quedado anclados en situaciones conflictivas del pasado que les dificultan ver otras opciones. Cada uno tiene parte de la verdad y cada uno tiene emociones diferentes respecto a las situaciones vividas. Hay diferencias que sólo se superan cuando son aceptadas como tales.

Por lo general no es útil discutir. Cada uno tiene una versión de los acontecimientos y una idea de las cosas, y no la cambiará. No es necesario ponerse de acuerdo sobre cómo son las cosas para obrar colaborativamente. Las discusiones distancian. Esto debe saberlo el cliente.13

El sufrimiento es intenso, el odio, el desprecio y el deseo de venganza, pueden estar ocultando sentimientos de humillación, desvalorización y exclusión.

IV.3. Primeros contactos:

En algunos casos el primer contacto consistía en un llamado telefónico, en otros un mail o un oficio judicial.

El primer contacto telefónico era el comienzo de la construcción del vínculo, la posibilidad de generar confianza. Era la puerta de entrada a un buen camino…

Trabajábamos con las familias y su red. En todos los momentos del proceso manteníamos contacto telefónico y/o entrevistas con los diversos profesionales actuantes, los abogados de cada uno, psicoterapeutas, mediadores, maestros, etc., teniendo siempre presente la inclusión de integrantes de la red familiar y social.

Valorábamos el conocimiento del derivador, cuáles son los antecedentes y motivos de la derivación.

Realizábamos un mínimo de preguntas que nos permitiera pensar cómo encauzar inicialmente el trabajo con esta familia, por ejemplo quiénes no pueden faltar a la primera entrevista.

Después del llamado telefónico reflexionábamos con el equipo acerca de cuáles serían los próximos pasos y hacíamos el primer bosquejo de la situación.

IV.4. Abogados y litigios:

Desde el comienzo de la tarea, en general, teníamos un contacto telefónico o una reunión con los abogados porque aceptábamos que los primeros profesionales elegidos por nuestros consultantes a fin de encauzar su conflicto era ellos y, también, porque eran quienes conocían los litigios en marcha.

Para iniciar el proceso de revinculación considerábamos conveniente, en pos de mínimos acuerdos, que se suspendiera todo litigio. Para eso era indispensable integrar a los abogados a este equipo de trabajo y propiciar, entre todos, una modalidad colaborativa.

Con los abogados intentábamos integrar un equipo de trabajo conjunto. Los convocábamos a entrevistas iniciales, manteníamos contactos telefónicos sobre la evolución de las situaciones, acordábamos reuniones de evaluación, etc.

IV.5. Entrevistas con la familia:

El integrante de la familia convocado por primera vez era invitado a concurrir a esta primera entrevista acompañado por personas de su confianza que conocieran la situación y estuviesen dispuestas a ayudarlo. Generalmente, concurrían en compañía de su pareja, amigos, parientes y/o profesionales de diferentes disciplinas que intervenían en el asunto.

En estas entrevistas íbamos construyendo el vínculo, tratando de conocer: quién los recomendó, quién estuvo más de acuerdo en solicitar dicha entrevista, quién menos, etc., la historia de la relación, la familia y otros aspectos de la vida laboral, social, personal: qué les gusta, cuáles son sus sueños, etc.

Es a partir de los sueños que podemos juzgar si nuestro proyecto inicial es o no

adecuado y ratificarlo o rectificarlo en parte o en su totalidad.14

También nos interesaba saber qué opinión tenían, acerca de la situación que los traía, la persona que los acompaña y otros familiares, amigos o conocidos.

Conversábamos sobre la posibilidad de mantener reuniones donde estén presentes ambos padres para pautar mínimos acuerdos en relación a lo que es bueno para el niño. Pensábamos en los encuentros del niño/a con el padre/madre, días y horarios, lugares, frecuencias.

Hablábamos con los padres acerca de las dudas y temores que podían tener y qué es lo que los dejaría tranquilos para tener encuentros satisfactorios.

Sabíamos que la revinculación sería beneficiosa para el niño si ambos padres deseaban, aceptaban y propiciaban el vínculo paterno/materno-filial. También sabíamos que el acuerdo genuino entre los adultos libera al niño del temor a ser desleal y garantiza la continuidad de la relación que se reinicia en este proceso.

No siempre los adultos estaban dispuestos, en un primer momento, a dialogar entre sí. En estos casos la tarea del equipo consistía en tender puentes en la comunicación para continuar con el proceso dando la posibilidad de que se vayan realizando los encuentros con el niño.

Lo peor en las familias no es tener conflictos (esto casi siempre va acompañado de salud), y ni siquiera demorar en resolverlos. Lo peor es no poder hablar. Esto es lo que enferma.15

Simultáneamente, trabajábamos con cada uno para concretar la entrevista conjunta. Este encuentro era importante para el niño ya que le daba una pauta de cambio en las actitudes de ambos padres y eso, mayor libertad para relacionarse espontáneamente sin temor a ser desleal. Entendíamos que los niños necesitan la seguridad de que no están traicionando ni lastimando a nadie.

El desacuerdo abre una ventana. Integrar, en vez de ganar o perder. (…) Al revisar con flexibilidad lo que defendemos con convicción se abre una ventana por la cual el desacuerdo puede salir y nos deja energía vital para crear.16

7

Con anterioridad a los encuentros manteníamos una entrevista con el niño para conocerlo y que nos conozca, procurando siempre trasmitirle tranquilidad y generar con él un vínculo de confianza.

IV.6. Entrevista con el niño o adolescente:

En una entrevista previa con los adultos ya habíamos conversado algo acerca de la situación por la que atraviesa el niño y con esta información nos disponíamos a conocerlo. Lo importante era generar confianza en los adultos de que el niño será cuidado.

Las entrevistas con el niño podían llevarse a cabo en la cámara de Gessell o no. En general, si eran pequeños, las realizábamos fuera de cámara en un sector con juguetes, hojas, lápices, etc. Cuando eran niños más grandes evaluábamos la conveniencia de usar la cámara. De acuerdo a las edades implementamos diferentes modalidades de entrevistas disponiendo de un espacio con materiales y juegos, intentando brindar siempre un clima de confianza y seguridad.

Lo primero que observábamos, cuando el niño llegaba, era su forma de relacionarse con el adulto que lo acompañaba. En muchos casos, veíamos que los niños expresan conductas que en realidad son estimuladas por los adultos con los que conviven, como así también comportamientos y discursos imitativos. Muchas veces los chicos manifestaban conductas orientadas a cuidar a sus padres.

Cuando observábamos que los niños estaban muy involucrados en el conflicto de los adultos nuestra escucha se tornaba sumamente cuidadosa. Los niños suelen sentirse responsables de lo que está pasando. Es importante que el niño pueda llegar a ser informado que él no es culpable de la situación conflictiva.

No hay forma de que una niña sensible vea a su mamá llorar o a su papá caer en una depresión sin que se preocupe y piense que ella es el motivo, y por eso asume toda la responsabilidad de las lágrimas de su madre y los estados de ánimo de su padre.17

(…) explíquenles que el problema es entre ustedes, los padres, que ellos no lo

provocaron y no lo pueden solucionar.18

En la entrevista, nuestro interés estaba centrado en saber qué información tiene el niño del motivo por el cual está acá, conocer cuáles son sus deseos, sus intereses, sus gustos, sus temores, cómo cuenta su propia historia y cómo son los vínculos con la familia conviviente y la familia extensa. Evaluamos la etapa evolutiva en la que se encuentra. Para lograr esto, los profesionales del equipo, teníamos conocimiento de lo que es esperable en las distintas edades teniendo siempre presente las diferencias que pueden existir en las pautas de crianza en relación a las clases sociales, grupos étnicos, culturales, religiosos.

Todo esto nos informaba acerca de la disposición del niño al encuentro con el adulto al que ha dejado de ver por un tiempo. Con toda esta información planificábamos el encuentro que tendría con él. Si era necesario, previamente teníamos una conversación con los adultos a fin de acordar el desarrollo de ese primer encuentro.

IV.7. El Reencuentro:

El éxito del mismo estaba condicionado por el abordaje global previo de cada situación, por la asunción de responsabilidades de todos los involucrados y por un aceitado engranaje en cada uno de los pasos antes enunciados, que podían concluir en el logro del objetivo: el reencuentro. Este enunciado responde a una situación ideal que generalmente no se daba desde un primer momento: el “reencuentro” no es sólo “ese momento”, es más bien un “proceso de reencuentro”.

Así puede comprenderse la necesidad de perseverar con paciencia y con mucho cuidado, para intentar superar las dificultades que se presenten. Esta tarea de mediación se realizaba en forma paralela a la continuidad de los encuentros.

Dentro de ese proceso, los primeros encuentros siempre se concretaban con el acompañamiento de los integrantes del mini-equipo. En forma simultánea un profesional entrevistaba al familiar que acompañaba al niño que, generalmente, era con quien él convivía. Se lo escuchaba, contenía y se analizaba con él alternativas para mejorar y consolidar la continuidad de los encuentros.

En cuanto estaban dadas las condiciones, y en la búsqueda de lograr una mayor naturalidad de los encuentros, propiciábamos que éstos se realizaran en paseos públicos, lugares de esparcimiento, espectáculos, casas de familiares. Todas podían ser alternativas válidas para ir avanzando en el proceso.

El final de nuestra intervención se producía cuando los encuentros se daban sin la presencia del equipo y los adultos recobraban la capacidad de autogestionar la paternidad responsable.

Los matices que se dan en los distintos procesos de revinculación pasan por aspectos únicos y sutiles de cada situación y de las personas involucradas en las mismas.

IV.8. Acuerdos para continuar:

Según la evolución de cada situación y las necesidades que aparecían se planificaban entrevistas para favorecer el proceso en marcha.

Fundamentalmente estos encuentros buscaban que los adultos acordasen cómo sería el proceso de integración de quien reclamaba el reencuentro con el niño. Esto incluía tanto programar futuros encuentros con el niño, como compartir diferentes áreas de su vida (educación, salud, recreación, deportes, etc.).

La mediadora o el mediador tienen que tender hacia el logro de un nuevo paradigma familiar. El nuevo paradigma familiar en el que se está trabajando es: Una casa donde está la madre con los chicos. Otra casa donde vive el padre con los mismos chicos y entre las dos casas un camino que los chicos recorren con el máximo de libertad posible. Ésta es una familia donde hay dos casas, (…), dos camas, dos cepillos de dientes, dos computadoras (si es que pueden comprar computadoras); de todo tienen dos. Si después se integra una señora con el padre y un señor con la madre, los chicos tendrán ocho abuelos, más tíos (…) Es un nuevo tipo de familia: la familia binuclear. (…) la palabra-clave es: “copaternidad”.19

Cada uno de los padres no está solo, tiene un socio o socia imprescindible e insustituible con quien deberá acordar decisiones, complementarse y contar con él o ella en pos del crecimiento y el futuro del hijo de ambos. Ambos padres deben asumir la co- paternidad como expresión de la asunción del ejercicio comprometido en el crecimiento y desarrollo de sus hijos.

La “co-paternidad” podrá verse afectada por vientos “huracanados” en diferentes etapas vitales, lo importante es construir nuevas maneras de comunicación entre los padres para que así puedan sortear estas “tempestades”. Es así cómo la revinculación padre/madre-hijo va más allá de la relación entre ellos.

Para este nuevo paradigma familiar el concepto de “régimen de visita” para el padre no conviviente sería inadecuado, como así también el término “tenencia”. Ninguno de los padres debe ser una “visita”, y los niños no se “tienen”. Estos conceptos obstaculizan la búsqueda de acuerdos y la asunción de responsabilidades de ambos padres.

IV.9. Coordinación con el juzgado:

Cuando la intervención era solicitada por el juzgado se mantenían conversaciones con el mismo, que permitan la coordinación pertinente a cada caso: solicitud de antecedentes, participación en audiencias, presentación de informes periódicos de la evolución del proceso de revinculación.

El cierre de nuestra actuación implicaba un informe final sobre el trabajo realizado y los resultados obtenidos.

En algunos casos en que no se lograban los objetivos propuestos, el equipo concluía su intervención informando al juzgado de la tarea realizada y los motivos del cierre. Esto no siempre significaba un cierre definitivo porque, en el proceso judicial que continuaba, podían darse alternativas que posibilitaran que la familia recurra nuevamente al servicio.

IV.10. Seguimiento:

A los 6 meses del último contacto con la familia, se realizaba un llamado telefónico a cada uno de los entrevistados adultos para conocer la evolución de la situación atendida oportunamente con el objetivo de evaluar la intervención del equipo.

Esto nos servía como un instrumento invalorable que nos ayudaba a modificar y optimizar nuestro trabajo.

V. Estadística de los casos atendidos:

Desde la puesta en marcha del proyecto fueron atendidas 51 familias. En 9 casos se realizó solamente una entrevista. Los restantes 42 casos nos han servido para hacer las siguientes evaluaciones:

A- Origen de la derivación:

 

Luego de un tiempo concurrieron nuevamente a la institución requiriendo nuestra intervención 4 familias.

Consideraciones finales:

Desde el inicio de nuestra intervención preparábamos la despedida porque entendíamos que nuestra tarea durante el proceso de revinculación servía como una prótesis que sólo es útil mientras es necesaria, si se la utiliza por más tiempo resulta iatrogénica, causando consecuencias no deseadas.

Desde un primer momento intentábamos estimular la asunción de responsabilidades y el protagonismo en la búsqueda de alternativas más útiles para cada uno, como así también la colaboración, el respeto y la confianza pero, sin empujar, tendiendo puentes, abriendo nuevos caminos, diálogos y narraciones.

En la revinculación, por ejemplo, de un padre con su hijo, no trabajábamos exclusivamente para lograr encuentros entre ellos a cumplir determinados días (de tal a cual hora). Por sí sólo, ésto constituiría un logro muy limitado. Reconocemos que estos encuentros pueden ser un buen comienzo para que sus vidas se entrelacen fuertemente, en un pleno ejercicio del vínculo familiar y así los niños puedan nutrirse y seguir creciendo. Pero el afianzamiento del vínculo será tarea de todos los miembros de la familia.

Elegimos esta modalidad contemplando la situación global de la familia y no focalizando exclusivamente en el reencuentro en sí mismo sino, más bien, en el anhelo de que se alcancen modificaciones duraderas en los vínculos.

Aunque parezca paradójico puede resultar tan sana la reconstrucción de un vínculo como su interrupción cuando sea riesgoso o impida un crecimiento saludable del niño o adolescente.

Los vínculos entre las personas implican comunicación y trama afectiva inherente a la condición humana. La calidad de estos vínculos será determinante para la vida del hombre y definirán su ser.

En el niño este proceso tiene un inmenso valor ya que el modelo con el cual construirá sus vínculos influirá en su futuro. De allí la importancia de atender tempranamente las situaciones donde los conflictos aparezcan por problemas entre los adultos o por falta de cuidados a los niños y adolescentes, con el fin de prevenir un daño más difícil de sanear en un futuro. Cuanto más temprana sea la atención podrán lograrse mejores resultados.

Por lo tanto consideramos que las instituciones y/o los profesionales que atendemos a las familias debemos actualizar los procedimientos y conocimientos para estar atentos a responder lo antes posible a las reales necesidades de cada familia, adecuando las intervenciones a los —cambios que se producen.

∗ ∗ Programa “Reencuentros” implementado en la Fundación Retoño (1992-2010) desde Julio del 2007 hasta su cierre.

1) Sobre el acto de creación así entendido véase Koestler, A. The Act of Creation. Londres. Picator. 1977
2) Grossman, Cecilia, Significado de la Convención de los Derechos del Niño en las relaciones de familia, LL 1993-B-pág. 1095
3) Andersen, Tom: El equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Gedisa. 1994. Pág. 85
4) Deleuze, Gilles y Parnet, Claire: Diálogos. Pre-textos. 1997. Pág. 14
5) Andersen, Tom: El equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Gedisa. 1994. Pág. 112
6) Andersen, Tom.:El equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Gedisa. 1994. Pág. 47
7) Whitaker, Carl A. Y Bumberry William M.: Danzando con la familia. Paidos. 1990. Pág. 20
8) Andersen, Tom: El equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Gedisa. 1994. Pág. 112
9) Andersen, Tom: El equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Gedisa. 1994. Pág. 58
10) Andersen, Tom: El equipo reflexivo. Diálogos y diálogos sobre los diálogos. Gedisa. 1994. Pág. 60
11) Whitaker, Carl A. y Bumberry William M.: Danzando con la familia. Paidos. 1990. Pág. 50
12) Wallerstein, Judith, y otros: El inesperado legado del divorcio. Editorial Atlántida. 2001. Pág. 28113) Cárdenas, Eduardo José. El cliente negocia y el abogado asesora. Lumen. 2004. Pág. 130
14) Cárdenas, Eduardo José: ABC Para negociar personalmente un conflicto de familia
15) Cárdenas, Eduardo José: El cliente negocia y el abogado asesora. Lumen. 2004. Pág. 150
16) Fuhrmann, Ingeborg y Chadwich, Mariana: Pensar nuestra familia. Diálogos y reflexiones de padres e hijos. Andrés Bello. 1998. Pág. 74-75
17) Wallerstein, Judith, y otros: El inesperado legado del divorcio. Editorial Atlántida. 2001. Pág. 40
18) Wallerstein, Judith, y otros: El inesperado legado del divorcio. Editorial Atlántida. 2001. Pág. 76
19) Cárdenas, Eduardo José: Mediación en conflictos familiares. Lumen. 1998. Pág. 138
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